La industria latinoamericana del calzado, con una producción anual de cerca de 1.500 millones de pares, navega con suerte diversa dentro de las particularidades vigentes en cada país y las condiciones generales que impone el mercado internacional.
En este contexto, es posible enumerar distintas situaciones comunes que influyen sobre su actividad. Baja del consumo; dificultades en el aprovisionamiento de insumos y materiales; inestabilidad y aumentos de costos; déficit de mano de obra capacitada; insuficiente disponibilidad crediticia; importaciones irregulares y falta de apoyo de los gobiernos, etc. son algunos de los factores que el sector trata de resolver.
Al respecto, en el último foro en Cúcuta, Colombia, aparte de esta problemática, dirigentes y representantes de la industria del calzado de la región abogaron por una mayor integración, en función de consolidar su posicionamiento como productor y proveedor de calzados en el ámbito intrarregional e internacional.
Esto necesita del ordenamiento interno en cada país, con la imprescindible asistencia política de los gobiernos, a fin de respaldar al sector en su camino hacia el desarrollo de sus potencialidades. Más en un escenario de creciente nearshoring, donde la deslocalización de las zonas productoras es cada vez mayor y la demanda diversifica sus fuentes de aprovisionamiento.
Una situación que crea nuevas oportunidades, no sólo a países con tradición y capacidad exportadora, como Brasil y México, sino también para otros, altamente dependientes de sus mercados internos, pero no con menos posibilidades de vender sus productos al exterior.
Es imprescindible, por lo tanto, una visión comercial ampliada, más allá de los límites propios, que abone una nueva perspectiva de crecimiento, a pesar de las vicisitudes y que la actual demanda requiere.
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